miércoles, 4 de julio de 2007

Relente...

Mientras la ciudad duerme, escucho los pasos de ratones a través de las paredes. El sonido de la espesa noche. El rumor del silencio. La respiración de seres que permanecen mecidos por los sueños.

Siento como va llegando el frío según pasan las horas. La humedad se apodera de todo y se introduce por orificios isospechados para anunciar su presencia.

Por las calles ausencia de vida, de movimiento. Miro a mi alrededor y no siento a ningún ser de sangre caliente e ideas libres. Los que habitan los callejones sin luz son esclavos. De si mismos o de alguna sustancia o de ambas situaciones a la vez. O quizás de nada, la ausencia de todo.

Pero siento un halo de calidez. Lejano, pero con la suficiente intesidad y fortaleza, como para seguirlo y llegar hasta él.

Continúo por zonas desiertas, aunque cada vez está más cerca. Ya siento su corazón, como late al compás, dándole la vida. Aunque ésta me la da a mí, sólo por el hecho de saber que existe.

Quiero verla. Saber que es real. Que puedo palparla con mis dedos y que no se va a esfumar en mi recuerdo, como una nube de humo.

Me acerco. Entre ella y yo, tan sólo hay ya una puerta. Aunque su fuente de energía la visualizo como una llama que emerge en medio de tanta oscuridad.

Aún sin luz, me oriento hasta llegar a su piel. Por su aroma y perfume. Su pureza como su corazón son únicos.

Sus ojos me invitan a pasar y su alma a que la posea. Comienza una danza sensual que acaba dando origen a un solo ser.

Ha finalizado mi búsqueda. Mientras la ciudad sigue dormida...

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