martes, 24 de julio de 2007

Pintor de estrellas

Enebrando palabras para formar un cálido abrigo a un solitario corazón. Que permanece en algún lugar a la espera de una sonrisa amiga, de un entrañable abrazo, de una delicada caricia.

Mis manos tejen lentamente esa tela que son frases, con cierta melancolía al pensar en esa distancia. En el desamparo de la soledad, que sufre cada día al andar por ese lugar.

Lo creo para ser entregado, sin esperar nada a cambio. Como tantas veces antes. Dar sin recibir. Ofrecer sin pedir. Regalar sin condición. Ofertar sin percibir...

Mis palabras seguirán fluyendo como agua naciendo de una piedra: un fino hilo, que tímidamente avanza en una tierra aún desconocida. Surcando valles, llanuras, hasta llegar al mar. Donde se cierra el ciclo, fundiéndome en un solo ser. Reflejada en cada momento en un cielo, que pasa del día a la noche según el devenir del tiempo. Donde allá a lo lejos, sobre mi cabeza. Cada ocaso un maestro moja su pincel y va dibujando a lo largo del amplio firmamento, pequeñas gotas de luz, que acompañan a mi alma y apaciguan mi espíritu.

Aunque mi pensamiento sigue centrado en ella. Belleza creada por manos de dioses. Vitalidad que fluye del fuego. Fuerza del bravo mar...

Por ello, yo simple mortal la deseo y lucharé por mi sueño. Tenerla algún día a mi vera... Mientras, seguiré brindándole mis palabras allá donde vaya, siempre que su recuerdo habite en mí.

1 comentario:

voyeur dijo...

«Un niño que mira a las mujeres hermosas no desea lo mismo que un adulto... Un niño no desea ni las tetas ni el culo, sino mucho más que eso. No desea tampoco la belleza de ésta o de de aquélla, sino que quiere la belleza del mundo entero. Lo que él quiere es coger las estrellas del cielo, quiere toda la tierra, toda la vida, y abrazar por completo el inmenso mar. Y una mujer no siempre puede ofrecerle todas estas cosas» (SHALEV)