lunes, 16 de julio de 2007

Espacio...

Entro sigilosa en un antiguo inmueble, en busca de un ricón donde el tiempo avanza más lento de lo habitual, incluso llegándose a parar durante breves instantes. A través de un pequeño hueco, que queda entre la puerta y la pared llego hasta su interior. Donde se encuentra ese santuario que emana arte.

En un primer momento voy captando ese centenar de aromas que componen el aire del estudio: pintura, derivados de petróleo, madera, tela... Caballetes esperando vacíos a que sean ocupados, otros que van observando el reloj de soslayo aguardando la hora de la llegada del artista. Para iniciar o continuar el proceso de creación sobre el lienzo que permanece adormilado sin otra pretensión que la espera, para poder lucir en su momento su máximo esplendor y belleza.

La mayoría de las baldosas que componen el suelo, crujen o se mueven a cada paso que doy sobre ellas. Anunciando los años que llevan adornando la estancia. Un suave sol de mediodía entra solícito por los grandes ventanales, creado una peculiar combinación de luces y sombras.

Paletas, brochas, pinceles de todos los tamaños con innumerables manchas de pintura, con historias que contar cada una de ellas. La historia de una vida. Quizás, la nuestra, que mojando el pincel en experiencias, vivencias y sentimientos, van dando color a ese lienzo que conforma nuestro personaje.

Me siento en un sofá que se encuentra al final de la estancia y contemplo desde esa posición el espíritu que habita en la sala. Bohemio y ligeramente descuidado, que con delicadeza protege cada detalle de su entorno.

Tras esto marcho guardando en mi corazón, unas gotitas de esa esencia que ahora queda en otra ciudad, a la espera del reencuentro.

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