Durante estos días el sol finaliza pronto su camino, dejando la aterida tierra a la voluntad del frío invernal y de las tinieblas. Donde todo se desfigura y atenúa formando una escala de grises.
Por las vacías calles surca la soledad, atrapando a aquél que se encuentre en ellas y removiendo esa parte vulnerable que vive detrás de unas ropas, un rostro, un corazón.
Mugrientos locales proyectan su luz mezquina sobre la acera. Invitando a pasar a aquellos corazones atormentados, que buscan un poco de calor y cobijo en estos lugares donde se bebe sin sed.
Ya no quedan más lágrimas que derramar sobre esta tierra estéril, sólo caer en brazos de morfeo y esperar a que vuelva a amanecer.